jueves, 18 de marzo de 2010

¡Generoso!





¡Yo soy!



El matrimonio tenía un alambique de tipo industrial y cinco rapazuelos que cabían debajo de una talega.

Toda la producción de orujo tenían que entregarla al Estado que se la pagaba a un precio irrisorio, porque iba toda la mala y la buena a la "rectificadora". Todo el pueblo donde vivían y los de los alrededores iban allí a por el aguardiente de 50º. ¡Buenísima!

Este orujo que vendían era todo de estraperlo, o sea, que sólo un chivatazo les hacía un estropicio. Pero esta pareja no tenía enemigos. ¡Eran buena gente!

Generoso, el aguardientero, tenía unas manos... Como que en su juventud había posado con sus manos para un escultor. ¡Pero qué manos! Hacía de albañil, de estañador, de mecánico...

Una vez, la Guardia Civil detuvo a un cantinero con dos garrafones de un cántaro de orujo. El cantinero les dijo que se la había vendido el aguardientero. Los guardias fueron luego de mañana a ponerle una multa a Generoso. Uno de ellos decía:

_No mira, hacemos la vista gorda, no ves todos estos rapacines. El otro que no, que había que poner la multa. Mientras se ponían de acuerdo, Generoso, les dijo que con su permiso iba a cambiarse la zapatilla que la tenía mojada.

_ ¿Dónde te crees que fue? Por la puerta del corral hasta el alambique a ponerle el precinto a la caldera. ¡Aquella misma noche había estado haciendo aguardiente de estraperlo y aún no había colocado el precinto de nuevo. ¡Si le cogen la caldera sin precintar...¡!Lo llevan preso seguro! No me digas cómo lo hacía, pero lo conseguía.

¡Tenía que dar de comer a cinco bocas! ¡Era un hombre listo Generoso!

¡¡Como que era MI PADRE !!



Nota: Estas manos las esculpió Lorenzo Quin. Pero... en alguna parte hay unas manos a las que mi padre sirvió de modelo.




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