martes, 29 de mayo de 2012

En el mercado



¡Yo soy!






Marina, como casi todos los miércoles fue al mercado. Ya había dejado a los niños en el colegio y ahora salía de casa arrastrando el carrito de la compra.  

Iba deprisa. Mientras caminaba pensaba en varias de las cosas que tenía que hacer en cuanto regresara. En primer lugar poner la lavadora. No se atrevía a dejarla en marcha. La última vez que salió y la dejó funcionando llegó justo a tiempo de pararla cuando el olor a quemado llenaba la casa. Del enchufe quedaba una parte, el resto se había derretido. De comida, pensaba poner una paella y aún tenía que pasar por la  pescadería y por la panadería. 

Cuando llegó al mercado se fue directa al puesto de la fruta. Su carro ya estaba casi lleno:  4 kg de naranjas, 2 kg de tomates, uno de pimientos... Se puso a la fila para abonar su compra y... sacó la cartera del bolso para pagar: ¡Jesús bendito! _dijo en voz alta_ Las demás compradoras la miraron curiosas.  

¡No se lo podia creer! ¡En sus manos tenía... el mando de la tele! Sus vecinas de puesto se reían y ella muerta de vergüenza dejó su carro lleno a un lado, se disculpó ante la vendedora _que por suerte la conocía como clienta habitual_ y empezó a desandar el camino hacia su casa: ¡Pensarán que me falta un tornillo! 

Cuando entró en su piso aún con el corazón en un puño, fue lo primero con lo que tropezaron sus ojos. Allí en la mesa central del salón, donde habitualmente estaba el mando de la tele, otro rectángulo oscuro ocupaba su  lugar. ¡ Su cartera de mano! 


Me lo contó riendo. El mal rato había pasado: "Para el corazón no existe nada que sea pequeño" de G. Labouise Racheforte.




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