martes, 8 de mayo de 2012

¡Pérez, el ratoncito!




¡Yo soy!



La niña de cinco años, a punto de perder su segundo diente, dice a su hermano de cuatro: 

_¿Y para que querrá el Ratoncito Pérez tantos dientes? 

_Pues para ponérselos él cuando se le caigan. 

_No, ¿Cómo se va a poner millones de dientes de todos los niños?

_Ya, además a él también le saldrá otro como a ti. Yo escucho al ratoncito por las noches pero no lo veo.

_Pues despiértame a mí cuando lo oigas. 

_ No se ve, ni se oye porque es fantástico como los de los cuentos _intervengo. 

_Mira a mí con el primero que se me cayó me trajo una gominola y un billete de 10 euros, que me dejó debajo de la almohada y no lo vi ni lo oí. 

_Pues a Mario Prada, le trajo un polvorón. ¡Pero se lo dejó en la cocina, eh! _añade el pequeño. 

Mi sombra dice hacia adentro, muerta de risa:

 _¡Pues menos mal, porque si se lo deja debajo de la almohada...! No sé por qué a veces me tienta la idea de contarles la verdad a estos pitufos imaginativos, pero no lo hago. Si lo miramos desde su altura, se les nota felices y alegres. 


Y... ¿Quién es mi sombra para quitarles momentos de alegría?: "A la alegría, cuando se presente, debemos abrirle de par en par todas las puertas, pues nunca llega a destiempo" de Arthur Schopenhauer.




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