martes, 17 de septiembre de 2013

"La chica del botijo"






La joven, recién casada, salió de su casa hacia el caño del pueblo. En una mano llevaba un cubo y en la otra un botijo. 

En el camino, se cruzó con un forastero al que apenas pudo mirar,  porque fue él quien no le quitó los ojos de encima durante unos segundos, que a ella le parecieron minutos. Hacia la fuente también venía una mujer vecina suya. Ya en el caño, mientras colocaba el botijo bajo el chorro de agua, llegó a su lado la vecina que después del saludo de rigor le dijo: 

_¿Viste a ese señor que no era de aquí? 

_Sí que lo vi, me dio apuro porque se me quedó mirando como un tonto. 

_Pues me ha preguntado si esa "chica del botijo" o sea tú, eras de familia rica.

_¡Qué! ¿Y tú que le dijiste? 

_Pues la verdad, que estabas casada con el maestro, pero que de rica nada. ¿Sabes qué me dijo?

_¿Qué te dijo? Dímelo, que me va a dar algo.

 _Dijo que llevabas unos pendientes que valían más que tú. Y sabía de lo que hablaba porque es un joyero que vive en Astorga. La joven acarició los pendientes con ambas manos como si quisiera ocultarlos.

 Al llegar a casa preguntó a la madre de su marido, con la que vivía, cuál era el origen de los pendientes que le había regalado. Entonces se enteró que habían pertenecido a la madre de su suegra, cubana como ella. Eran dos grandes brillantes engarzados en platino. Desde aquel día los pendientes regresaron al hermoso estuche de terciopelo azul del que la joven no volvió a sacarlos. ¡Nunca volvió a lucirlos! Tenía miedo... ¿Y si los perdía? ¿Y si se los robaban?


Los miró mi sombra y vio en ellos un gran valor sentimental: "Uno de los defectos del miedo es turbar los sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son" de D. Miguel de Cervantes.



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