martes, 27 de enero de 2015

¡Libertad autolimitada!




Mi sombra comprende las palabras del Papa Francisco en el caso "Charlie". Según él, si alguien insulta a su madre puede esperar un golpe. Incluso puedo estar de acuerdo con alguna salvedad.

 En primer lugar el Santo Padre pertenece a una generación en la que para el clero la madre era sagrada y las demás mujeres unas pecadoras. Para muchos hombres las madres eran unas santas y las demás mujeres todas unas putas.

Por otra parte no es lo mismo predicar, "poner la otra mejilla", que dar trigo y más cuando te tocan la fibra. Una cosa es la teoría y otra la práctica aún en el caso de que seas Papa. 

Recuerdo como si aún la estuviera viendo la pelea entre dos hombres que presencié, cuando tenía unos ocho o nueve años. Nunca más he vuelto a ver algo parecido a no ser en una pantalla. 

En el pueblo se representaba una comedia. Toda la gente del pueblo fue a verla encantada, pues los actores eran conocidos de todos. Al finalizar la representación se formó un jaleo impresionante. Dos hombres jóvenes se estaban peleando. Los niñ@s les mirábamos aterrorizados sin acercarnos con los ojos brillantes a punto de llorar. Uno de ellos ya sangraba por la nariz. Mirábamos asustad@s mientras varios hombres intentaban separarles y a la vez apartarnos de allí. Finalmente unos se llevaron al más joven de los contendientes y otros al más veterano. 

Nos preguntábamos por qué se pegaban y la respuesta la dijo un hombre mayor muy cabreado: ¡A quien se le ocurre mentarle la madre a ése! Normal, fue a por él y con razón. 

La chiquillada seguíamos preguntándonos por qué, hasta que un chico algo mayor que nosotras nos aclaró: Pues que Pepe le dijo a Fernando ¡la puta que te parió!  Así de sencillo. Había sido por decir una palabrota. Para los mayores por lo visto era algo mucho más grave que no comprendíamos porque... ¡Anda que los hombres no decían tacos cada dos por tres! 

Hoy ya nadie se pegaría por una frase así. Hemos avanzado en tolerancia, pero no lo han hecho así en otras culturas. Intento comprender y no provocar en nombre de la libertad para evitar males mayores. Puedo llamar "beata" o "meapilas" a mi vecina, pero no lo hago porque sé que la ofendería y la convertiría en mi enemiga, que nos perjudica a ambas. Igualmente prefiero respetar las creencias de las personas sin humillarlas.

 En mi opinión hacer enemigos es muy fácil, las consecuencias son imprevisibles. A través de la historia ya ha habido demasiadas falsas guerras de religión que en el fondo son económicas.


Ya lo dijo Jonathan Swift: "Poseemos suficiente religión para hacernos odiar, pero no la precisa para hacernos amar los unos a los otros".



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