jueves, 1 de octubre de 2015

¡Qué muslos!



Como decía mi abuelo: "que mus-los traigan que mus-los comemos"

 Manuel, cobrador de seguros, vive en uno de nuestros barrios. 

Hace algún tiempo en el mes de julio fue a Benavente por su trabajo. Era día de mercado y dejó su coche en el espacio que el Ayuntamiento ha preparado para esos días. Cuando volvió a recoger su BMW colocado al lado de otro vehículo oyó unos ruidos extraños. 

Recordó que hace algún tiempo, apareció un bebé en un contenedor de basura. Manuel había pasado por allí con su perro como hace cada mañana y no escuchó nada extraño. Al poco rato pasó otro hombre al lado del mismo contenedor y oyó el llanto de un niño. Gracias a él, se salvó el bebé. Al día de hoy no se sabe quien fue la mala persona que hizo algo así. Como estaba aún reciente lo del bebé, dio la vuelta a su coche para ver de dónde provenían los sonidos por si alguien necesitaba su ayuda.
Lo que vio le paralizó y no sabía como reaccionar:

Un hombre pequeño y delgado estaba  sobre una mujer gorda, gordísima, en plena coyunda. Cuenta entre risas que él nunca había visto una mujer tan gorda, cada una de sus piernas hacía por las dos de él. No podía quitar su coche porque les dejaba al descubierto ante el edificio de Telefónica. Además si movía el coche temía pasar por encima de uno de los muslos de la mujer, así que se armó de valor y les soltó: ¡No les da vergüenza! 

La frase enfrió la pasión de la pareja que se levantó azorada. La mujer tuvo que ser ayudada por el hombre y con mucho trabajo, a la velocidad que su extrema gordura se lo permitió, se levantó. Su imagen imborrable quedó para siempre en la mente de Manuel..


Lo cuenta con mucha gracia: "Siempre hay un poco de locura en el amor, aunque siempre hay un poco de razón en la locura" de F. Nietzsche.



2 comentarios:

  1. No me parece buen momento para quitarnos de encima situaciones placenteras. Una lástima. Manuel se podía haber sacrificado un poco y esperar que terminaran, que a lo mejor no tenían un sitio adecuado para el menester. Un beso

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  2. Tienes razón, Antonio, para qué interrumpir momentos felices, ¿verdad? Saludos.

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